Manuel Cortijo Rodríguez

Manuel Cortijo Rodríguez, nace en La Roda (Albacete) en 1950. Desde 1977 se radicó en Getafe (Madrid), donde ha desarrollado gran parte de su trayectoria profesional como militar de carrera en el Ejército del Aire.

Se da a conocer como poeta mediados los años setenta. Fue incluido en el III Volumen de la Antología del Club Internacional de Escritores,Madrid,1981, en el núm. 34 de la Revista Literaria “Manxa” del Grupo Literario “Guadiana” de Ciudad Real, dedicado a poetas de Albacete, 1986, y en la Guía de poetas de Albacete, Ediciones QVE, 2009. Figura, asimismo, en el volumen “Pregones y pregoneros de la Semana Santa de La Roda” (1996-2011).

Entre 1976 y 1985, fue reconocido con medio centenar de premios literarios, entre prosa y poesía. Desde aquel tiempo tiene abandonado por completo ese hábito.

Ha ofrecido numerosas lecturas poéticas, y poemas suyos han sido recogidos en varias antologías, libros de homenaje y otras publicaciones.

 Tiene publicados los libros de poemas “Memoria de lo usado”, Ediciones de la Diputación de Albacete, 2012 y “Los dones de la luz”, LASTURA, 2015.

 Asimismo, ha publicado sus poemas en diversas revistas españolas de creación, tales como “Feria”, “Cervantino”, “El Cardo de Bronce”, “Manxa”, “Calicanto”, “La Hoja azul en blanco”, “Cuadernos del Matemático”y “Piedra del molino”, donde ocasionalmente también ejerce la crítica literaria. Colaborador en prensa, donde ha publicado numerosos trabajos de opinión.

 Desde 1998, dirige la Tertulia Literaria “Eduardo Alonso”de la Asociación Cultural “Peña de Albacete” en Madrid.


Poemas: Manuel Cortijo


PALABRAS

A Davina Pazos

¿Palabras? Sí, de aire,
y en el aire perdidas.

Octavio Paz

Advienen de una herida desangrada,
casi siempre de un daño por decir
(voz antes que palabra), desde el aire
y en el aire perdidas,
las palabras viajables al poema.

Necesitan un alma en que dolerse,
un pecho que quemar por vez primera,
una lágrima en vivo que las viva,
una sola emoción, una lanzada
triunfal en hervidero de música o diluvio.

Vienen nuevas de sol y lunas albas,
como gotas ardientes, ya solícitas
de vida que termina siendo propia:
solar de infinitud
no pronunciada, pero oída a tiempo
allí donde salvamos lo más puro.

Vienen ya de un vivir al verso las palabras,
sí, de aire fugacísimo y en aire,
a construir el ritmo o el amor,
a sostener el mundo
en escalas de luz que se hace canto.

ENTRAR EN LAS PALABRAS

A Victoria Díaz

Entrar en un sentir como se entra en un sueño
que pudo o que no pudo suceder,
como se entra en una nube
a por agua precisa,
a un fluir que nos da su lluvia o lo que quema,
lo escapado del aire,  
lo que suena y es aire en el que estamos
queriendo ser nosotros
tan propios al hacer de la sintaxis.

Así sólo podremos alguna vez decirnos,
alguna vez oírnos tan solo en lo que puede
caer desde el idioma y ser semilla,
entrar en las palabras y crecer,
dejar que lo sembrado nos pronuncie
en la otra claridad, la única
que no niega su origen, ni aun el nuestro,
la que ahora nos lleva a contemplar
el misterio que alienta en toda luz
como si cada
luz fuese nueva y nueva su pureza.

Así puede saberse
dónde va la emoción a arrodillarse
hasta llegar a hacerse lumbre,
paraíso de fuego en el poema,
fiebre alta del poema, pero
¿dónde va la emoción si no hay palabras
que encontrar en la luz?
¿Acaso sólo
pueden ser las palabras como flores
nacidas con la Muerte que cantó Mallarmé
pour le poète las que la vie étiole?

Si yo supiese ahora qué alianza,
qué luz tomar para decir que estoy
empezando a nacer en lo que escribo,
entrar en las palabras y quedarme
sus sílabas de luz, las de allí dentro,
aún podría ser
que mi vida valiese lo que vale
la vida de un poema.


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